jueves, 17 de mayo de 2012

La adrenalina del exceso

Todas las mañanas me levanto pensando en dejar cualquier vicio... Cada noche me acuesto con todos ellos.

Inhalando caladas de descaro, de decepción, de nostalgia.
Fumándote lentamente, sabiendo que no quedaran mas que colillas.
Cenizas que confundiremos entre los pliegues del viento, del recuerdo de tus sábanas... y de las mias.

Nunca es tarde, decías, nunca es tarde dijeron, sabiendo que moriríamos con cada calada...

En noches de luna llena lidiaban nuestros cuerpos desnudos, batallas de sudor y gritos de placer. 
¿Quien ganó la guerra?
Quien... preguntabas con cada amanecer.
Ambos perdimos, y aun hoy, seguimos indagando por saber si aquellos gritos podrían susurrarnos deshonra o quizás esperanza.

Todas las mañanas me levanto pensando en dejar cualquier vicio... Cada noche me acuesto con todos ellos.

Tu te embriagabas con el olor del encuentro, yo, me emborrachaba en la profundidad de tus miradas; buscándote, buscándome.
En cada uno de los rincones mas desiertos, de los bares mas oscuros, pedías un Gin tonic para desinfectar nuestro dolor, yo escogía ginebra, anestesiando así la razón.
Me bebías lentamente delirando por los dos.

Y volvíamos a luchar por desprendernos de nuestras ropas, borrachos de deseo. Desconcertando al sueño, que nunca llegaba, que nunca llegó.
Y preguntabas de nuevo... Quien?
¿Recuerdas? Recuerdas como musitaba la resaca implorando clemencia, porque ninguno ganó.
Ninguno.

Todas las mañanas me levanto pensando en dejar cualquier vicio... Cada noche me acuesto con todos ellos. 
Reiterábamos los encuentros siempre que salían las estrellas, caíamos envueltos por la pasión, drogándonos con la adrenalina que nos producía la cuenta atrás.
Chutandonos con cada orgasmo un nuevo exceso.

Y con el último amanecer, nos sepultamos en la mutua pérdida, prometiéndonos dejar los vicios, dejarnos.

Todas las mañanas me levanto pensando en dejar cualquier vicio... Cada noche me acuesto con todos ellos.