jueves, 28 de octubre de 2010

Dias de mierda.

Sales de casa con los ojos aun medio cerrados, es demasiado temprano y hace demasiado frío, tanto que estos son incapaces de reaccionar ante la monotonía de tu realidad.
Vas corriendo aun con el desayuno atragantado a coger el autobús, no viene, esperas, pasa... y también de ti. Cuando por fin decide parar alguno y subes, no solo es imposible sentarse, el respirar también se te complica. Para colmo, te encuentras justo con esa persona con la que no querías encontrarte. No te cae mal, pero prefieres escuchar música y zambullirte en tu mundo antes de las clases.

Sin embargo estas allí, apretujado, hablando gilipolleces con alguien que probablemente también es gilipollas.

Llegas a la facultad, corres ya que aunque te has levantado temprano, el bus siempre te deja tarde. Abres la puerta de tu clase, y en esta se hace el silencio por un instante, la gente te mira mientras tu con la cabeza gacha te sientas en el primer sitio libre que ves.
Es esa asignatura que te encantaba, pero que el departamento decidió poner un profesor tartamudo, con lo cual los minutos se te hacen interminables.

Sales de clase, no te enteras de nada, solo veías como la gente apuntaba cosas y te agobias pero no lo suficiente como para interesarte.
Vuelves a coger el maldito autobús que tarda siglos en llegar, tienes hambre, pero ni el dinero ni la comida te acompañan, están en casa.
Llegas por fin, agobiado porque tienes que entregar un trabajo al día siguiente, con hambre y mosqueado por el tema del transporte.
La comida no esta hecha, tienes que ayudar a tu madre en la cocina y solo cuando parece que tu propio estomago se va a devorar a si mismo es cuando ponen un plato en la mesa, justo con esa comida que odias.
Te lo comes de mala gana, harto del mundo, de todo lo que te rodea, pero no te quejas.

Y mientras masticas esa bazofia ves un sobre en la mesa que pone tu nombre, es el veredicto del ministerio con respecto a tu beca, tienes cuatro días para entregar un papel para que puedan concedértela, es jueves y la semana siguiente es puente, por lo que en realidad tienes solo un día para conseguir los dichosos papeles, enterarte donde cojones tienes que entregarlo e ir.

Como no tienes vida ni nada que hacer, realmente la cosa es fácil.

Tu día, definitivamente se te hecha abajo, saltas con nada y tu madre se cabrea, te grita y no para de decir que solo te quejas, y ni siquiera has querido abrir la boca para que no salga tanta mierda como podría.

Te vuelves a largar de casa, tienes una hora de clase en mordor y no puedes faltar, ¿el trabajo? es probable que un negro lo este haciendo en casa mientras tu vas a dicha asignatura, o eso o se hará solo, seguro.

Cuando por fin llegas (obviando toda la iliada que esto conlleva) la profesora no viene, y has perdido exactamente 2 horas y media. Llegas a casa y te das cuenta de que ni había negro ni se hizo solo, a si que te pones manos a la obra.
Y en ello sigues queriendo arrancarte los pelos porque no entiendes nada, es tarde y lo llevas de culo.

Maravillosa monotonía.

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