martes, 2 de noviembre de 2010

Esperando compañia, en la barra de cualquier bar, no importaba quien se sentase a su lado, si le conocia o no, solo esperaba otra conversacion insustancial mientras devoraba los últimos sentimientos de un cigarro y bebia las ultimas agonizantes gotas de una jarra de cerveza.

Pide otra, con los ojos entreabiertos, no hace falta abrirlos más, pues se sabia bien la decoración y los movimientos del camarero. No hace falta abrir los ojos para ver que todo le es indiferente, o al menos eso parecia.

Llegan los colegas, dos besos, -¿Llevas mucho esperando?, -Que va. Nadie se fija en la jarra vacia y en el cenicero repleto de colillas.
Nadie se fija en los pequeños detalles, en lo que haces o no haces.
A nadie le importa.


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